MAYO CUARENTENA

Ahora ya completo casi tres meses sin moverme y sueño con ese domingo aburrido cuando pagué el boleto de tren y recorrí ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta toda la línea Belgrano Norte. Un muchacho se subió en la estación Florida, cantó una canción de Charly García acompañado de una guitarrita desafinada y se bajó no bien terminó y sin que nadie lo notara. Yo me estaba tomando un cuarto de vodka y me empezaba a vencer el sueño pero no quería tener que dejar el vagón porque afuera igual estaba bonito pero hacia mucho frío. He pensado mucho en el perritu estos días. El transbordo entre líneas implicaba subir y bajar las escaleras de la estación intermedia, recorrer pasillos subterráneos atestados, esperar pacientemente la llegada del nuevo tren, ceder con amabilidad ante la gente maleducada que iba apurada atropellando todo al paso, buscar donde acostarse a dormitar tranquilo. Me entretengo imaginando la lógica que podía tener para él todo ese desplazamiento: el movimiento como fin por sí mismo, el vagabundeo solo por amor al cambio, el impulso de escapar sin jamás llegar a ningún lado. La libertad. A lo mejor sí existía un destino y resultaba que el dueño del chuzo de choripan en la última estación Refugio y él eran super amigos y ese era el vasto impulso, la voluntad y el anhelo que lo movilizaba: el choripan y la protección que le ofrecía la soledad compartida. Se veía alentado y bien alimentado el perritu. Ahora ya completo casi tres meses sin moverme y sueño con ese domingo aburrido cuando pagué el boleto de tren y recorrí ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta toda la línea Belgrano Norte.